Últimamente está habiendo bastantes cambios en la familia. Cosas que ya dábamos por perdidas o que ni siquiera nos planteábamos aparecen con fuerza en la escena familiar, aunque quizás la mejor sorpresa de todas ha sido descubrir que nuestro cuarto bebé está en camino. A pesar de que todavía tenemos un bebé en casa de poco más de un año, estamos felicísimos.
Los que no han parecido tan felices son algunas personas de nuestro entorno. La mayoría se han alegrado con nosotros, pero algunos han puesto el grito en el cielo como si fuera una tragedia, lo que realmente me ha llevado a pensar que poca gente, incluso personas medianamente religiosas, se han preocupado de investigar lo que dice en las Sagradas Escrituras sobre los hijos.
Después de tiempo de estudio, llegamos a la conclusión general que en la Biblia los hijos aparecen SIEMPRE como un regalo, de hecho en muchas partes del antiguo testamento la fidelidad de un pueblo se veía recompensada con la fertilidad de mujeres y animales y la infidelidad del modo contrario, de manera que ni el ganado procreaba ni los hombres tenían descendientes. Hay muchos ejemplos en el Antiguo Testamento sobre esto, por ejemplo en Deuteronomio 28, Moisés enumera la fertilidad de tierras, animales y personas como recompensa a la fidelidad a la alianza del pueblo de Israel establecida con Dios.
Si seguimos leyendo seguimos encontrando la visión de los hijos como regalos, como bendiciones, de forma muy diferente a la que se ve hoy en día en nuestra sociedad cuando ya con el tercer hijo la gente comienza a mirarte frunciendo el ceño. De hecho, no existe ni un solo pasaje de la Biblia que describa los hijos en términos negativos, por muy torcido que pueda salir en el futuro. Siempre son descritos como una bendición o como un regalo ya que, ese cuerpecito diminuto, encierra un alma inmortal; ambas creando un solo ser que es hecho a imagen y semejanza de Dios.
Un salmo que a nosotros nos ha ayudado mucho en este caminar hasta vivir este aspecto del matrimonio con generosidad y sin miedos es el siguiente:
"Mirad: la herencia del Señor son los hijos, su recompensa, el fruto de sus entrañas. Como flechas en la mano del guerrero, así son los hijos de la juventud. Dichoso el hombre que ha llenado de ellos su aljaba. No quedarán avergonzados al disputar en la plaza con sus enemigos. (Sal 127, 3-5)"
Este salmo presenta para mi tres puntos importantes:
- -Los hijos como herencia de Dios. Los hijos no son "nuestros", son personitas que Dios nos confía para que cuidemos y eduquemos puesto que de Él somos y a Él volveremos.
- -La visión de los hijos como algo bueno. El salmo habla en términos bélicos usando palabras como guerrero, flecha, aljaba... y como explica "dichoso el hombre que ha llenado de ellos su aljaba", en ningún momento marca el prototipo de los dos hijos que marca nuestra sociedad, más bien lo contrario.
- -El papel del padre/ madre en la crianza de estos hijos, ya que no se trata de tener cuántos más mejor, sino de que sean flechas, si; pero flechas que se han trabajado, pulido y educado para que sean útiles en manos del guerrero (su padre/madre) y vivan cara a Dios como buenos cristianos que queremos que sean.
Quizás la mayoría de nosotros deberíamos orar más, para apartar la mentalidad mundana que, queramos o no se inmiscuye en nuestras cabezas sobre este tema y pensar: ¿estoy aquí para cumplir la voluntad de Dios o la mía? Estamos seguros de que cada uno podrá encontrar la respuesta en su oración personal.
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